Existen muchos tipos de masaje: el relajante, el masaje circulatorio, el masaje descontracturante, el masaje linfático, el masaje deportivo, el masaje terapéutico… Cada uno de ellos presenta una finalidad y un modo de ejecución, por lo que es importante saber diferenciar cuál será el masaje más idóneo para cada persona, en función de las necesidades que ésta presente.
En mi consulta adapto cada sesión a las necesidades del paciente, siempre escuchando también sus preferencias y necesidades.
A través de los masajes se manipulan músculos, tendones, ligamentos, fascias, vasos sanguíneos y linfáticos… Diferentes estructuras del cuerpo de suma importancia para el mismo, por lo que es precisa una actuación adecuada sobre las mismas para evitar posibles lesiones. Acude siempre a un profesional acreditado.
Cuando nos duela alguna zona del cuerpo, cuando sintamos un pinchazo con ardor o quemazón en un músculo, cuando nos encontremos un músculo con tensión acumulada que resulte duro y doloroso a la palpación, cuando nuestra movilidad normal se vea limitada por el dolor, cuando presentemos parestesias/adormecimiento en algún miembro o incluso irradiaciones eléctricas a lo largo del mismo… nos encontraremos ante la necesidad de acudir a un terapeuta.
La aplicación de un masaje terapéutico ayuda a corregir, mejorar o curar una lesión muscular. Se trata de un masaje fuerte y enérgico, combinado con estiramientos, que está indicado para aliviar las contracturas musculares por malas posturas o tensión acumulada, los dolores y la falta de elasticidad y movilidad. En este tipo de masaje es habitual llegar a un nivel muscular profundo para determinar con precisión el origen de la disfunción y el dolor, ya que pueden tratarse de contracturas mecánicas, defensivas, térmicas o emocionales.
Tras un buen masaje terapéutico, conseguiremos llevar a nuestro cuerpo a un estado de bienestar y restauración del mismo, indispensable para conseguir un nivel físico óptimo para afrontar con salud el día a día.
Tan importante como cuidar el cuerpo es cuidar la salud emocional y mental. Si presentas síntomas que te hagan sospechar que necesitas ayuda en este sentido, no dudes en pedirla.
Algunos de estos síntomas son: Los problemas te rebasan. Los problemas en tu vida exceden tu límite de control y no puedes manejarlos por ti solo. No encuentras la manera de resolverlos. Vives con un profundo dolor que no sabes cómo superar, sueles experimentar angustia, insomnio, agotamiento y pensamientos obsesivos, sin ninguna razón biológica; No eres capaz de disfrutar las cosas buenas de la vida; no eres capaz de socializar y establecer vínculos estables, te gustaría cambiar, lo has intentado, pero no sabes cómo hacerlo.